If I pray really tight || Elijah Mikaelson

Era una noche silenciosa donde la luna no agraciaba con su presencia. Las estrellas se escondían tras nubes de lluvia que impregnaban con su aroma el aire. Las hojas se acariciaban unas a las otras suavemente en las ramas de los árboles. Y unas orbes azules se perdían en los destellos artificiales que atravesaban la ventana.

La música perforaba peligrosamente su oídos, y su pierna derecha se jamaqueaba incesante al son de un ritmo violento. Raven tenía la mirada perdida en la oscuridad, su pecho subía y bajaba con parsimonia. Aspiraba el profundo aroma a lluvia y lo expulsaba con furor.
Lo sentía.

Un escalofrío se coló por su cuerpo, una ola eléctrica que le atravesó la columna. Sacudió la sensación e intentó concentrarse en los fuertes golpes del tambor, en el furioso sonido de la guitarra acompañada de un bajo profundo. Cerró lo ojos como si así el mundo desapareciera. Puso las manos sobre sus orejas presionando los auriculares. La música inundando sus oídos. Sin embargo, no era suficiente.

Se puso de pie y se alejó de la ventana para lanzarse boca abajo sobre la cama. Su respiración ahogada bajos las gruesas sabanas. Sentía como comenzaba a faltarle el oxígeno y se dio la vuelta aspirando con ajorada. Y de inmediato sintió un sabor metálico en la punta de su lengua. Fue entonces cuando se arrancó con fuerza los auriculares y lanzó su teléfono móvil al otro extremo de la habitación con furia. Y nuevamente fue el silencio.

Dándose por vencida caminaba con parsimonia, sentía la alfombra acariciar la planta de sus pies mientras descendía las escaleras. Una brisa fría y perturbadora le dio la bienvenida al exterior. Sus ojos intentaban ver en la penumbra. Sus pasos eran guiados por sensaciones, por un instinto antinatural. Sentí el frío en sus pies, la brea y luego la tierra que se colaba por sus dedos. Un murmullo inexistente que insistía. Lo podía sentir en los latidos de su corazón que poco a poco se aceleraban.

Era consciente.

Sus dedos rozaban los tallos sintiendo sus asperezas. El cabello le cubría los hombros, y llevaba un ligero pijamas de vestido de seda color borgoña. Sobre este una bata negra. Tenía la piel erizada como una indicación de que estaba cerca. El cosquilleo lo percibía en la boca y en el estómago. Quiso dar media vuelta y regresar, pero no podía. Después de que tomaba la decisión no encontraba la manera de retirarse.

Continuó temerosa de encontrarse en medio de algo demasiado peligroso. Repentinamente se le formó un nudo en el estómago, una sensación que ascendía y que estaba dispuesta atravesar su garganta. Sin embargo, se esfumó. Un grito que no pudo llegar a proferir.

Las lágrimas se habían apresurado a sus ojos mientras se encontraba cada vez más cerca. Las manos le temblaban mientras retiraba unas ramas de su camino.

De momento, pisó algo mojado y se detuvo con los ojos cerrados. Quería dejarlos así mientras se retractaba, pero su vista cayó al suelo y siguió un rastro indescifrable y lo encontró. La razón por la que las manos le temblaban, por la cual sus ojos se encontraban mojado y las voces susurraban. Sobre el suelo yacía un cuerpo inerte sangriento, un regalo de la muerta quien le había advertido una vez más.